Rebeca Madriz Franco
Noviembre 2011
La violencia mediática es
una de las formas más comunes en la que se expresa la discriminación hacia las
mujeres. Es la exposición en los medios de comunicación y difusión de la figura
femenina con fines económicos y de dominación. Esa exposición explota, humilla
y atenta contra nuestra propia humanidad, porque termina proyectando el cuerpo
femenino como un objeto sexual, una mercancía al servicio del hombre.
La violencia ejercida por
los medios proyectan una sociedad absolutamente caótica, que de manera
permanente hace apología a la violencia contra las mujeres, la prostitución, al
consumo de drogas, en fin, a la imposición de pautas que terminan rigiendo la
vida social, y que transmiten una serie de modelos culturales y antivalores
incompatibles con la sociedad socialista que queremos construir. En el caso
específico de las mujeres, la agresión a la dignidad femenina es una constante,
el lenguaje sexista, y en especial los roles y estereotipos de género que
asignan a las mujeres una posición jerárquicamente inferior.
La violencia mediática,
conjuga de manera constante discriminaciones por género, clase y etnia, no es
casual que la mujer “perfecta” de la publicidad se corresponda con el tipo
físico blanca, flaca, alta, cabello rubio, vinculada a clases altas. Por otro
lado, la imagen de la mujer de clases populares suele vincularse a roles del
hogar y de menos valor social. Los medios se convierten en mecanismos de
reproducción de las lógicas Patriarcales y capitalistas.
Las mujeres somos diversas,
por eso es necesario rechazar la idea de la belleza como algo único, estático y
ajeno a nuestras características morfológicas. La industria cultural tiene como
objetivo vender. No podemos seguir supeditadas a un ideal de mujer que
frivoliza, banaliza, e invisibiliza nuestro rol como sujetos sociales capaces
de transformar la sociedad. La transculturación ha sido para Occidente el arma
ideológica más potente para imponer su modelo de vida como sueño de nuestros
pueblos. La violencia mediática debe ser combatida desde todos los sectores del
pueblo organizado. Para ello, el marco jurídico nos ofrece la posibilidad de
organizarnos en comités de usuarias y usuarios. No dejar pasar por alto la
necesidad de una nueva ley de medios comunitarios y alternativos que establezca
la obligatoriedad de un espacio para mujeres y feministas que contribuya en la
lucha contra la hegemonía mediática de la burguesía.
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