Por
Rebeca Madriz Franco
Marzo
2010
En 1910 un grupo de mujeres
aprueba la propuesta realizada por la alemana Clara Zetkin de declarar el 8 de
marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Sin duda alguna hoy
-100 años más tarde- las reivindicaciones del movimiento de la época han sido
superados al menos en el plano formal, no obstante la compleja realidad social
ha diversificado las formas de discriminación, subordinación, explotación y
sometimiento de las mujeres.
El capitalismo en su actual
fase monopolista transnacionalizada, ha generalizado fenómenos sociales como la
feminización de la pobreza, ya que somos las mujeres las que representamos los
mayores índices de deserción escolar, de analfabetismo, de desnutrición,
mortalidad infantil, SIDA, desempleo; padecemos el femicidio y el feminicidio
(asesinato de mujeres en razón del sexo, produciéndose éste último bajo
inobservancia del Estado); e igualmente la trata y tráfico de personas
especialmente mujeres, niñas y niños así como su esclavitud; entre otros efectos
perniciosos.
Estos fenómenos son
inherentes a una sociedad marcada radicalmente por las diferencias de clase y
que de hecho, se sostiene sobre las desigualdades sociales. Sin embargo, es
innegable que este siglo ha arrojado grandes cambios y avances que han sido
producto de las luchas de los movimientos feministas en sus diversas
expresiones. Logros que en muchos casos no es suficiente conquistarlos
parcialmente, sino que se hace indispensable consolidarlos y profundizarlos
porque de lo contrario corremos el riesgo de que esos logros sean barridos por
políticas neoliberales, antidemocráticas, conservadoras (valga la redundancia)
o incluso, por momentos históricos concretos que en determinados casos se
prestan para retrocesos sociales. Un ejemplo que puede graficar perfectamente
esta realidad son las nefastas consecuencias que -especialmente sobre las
mujeres- ha generado la actual crisis del capitalismo, que golpea y vulnera
precisamente los sectores más desprotegidos. Ahora bien, esa realidad sólo
puede contrarrestarse a través de la movilización popular y permanente de las
mujeres, de las feministas, en defensa de los logros que hemos adquirido.
En América Latina no puede
hablarse de un feminismo único, estático, homogéneo, sino que por el contrario
se funden, diversas expresiones de mujeres que –sin declararse o considerarse
feministas, aunque no en todos los casos- son una expresión concreta en su
accionar de una práctica política liberadora desde las mujeres, de un ejercicio
que muchas veces trasciende lo mero reivindicativo y que en el fondo es
esencialmente feminista, ¿o es que acaso alguien puede cuestionar el carácter
progresista y liberador de las luchas de las mujeres Zapatistas, o de las
Madres de Plaza de Mayo, o de las Campesinas Indígenas del Bartolina Sisa en
Bolivia, o de las Feministas en Resistencia en Honduras, o de las mujeres del
MST en Brasil, o de las Madres del Barrio en Venezuela?. Se trata de
expresiones particulares, pero todas son una expresión concreta de la lucha,
antiimperialista y en muchos casos anticapitalista.
En el actual contexto
histórico, es urgente que podamos caracterizar minuciosamente el movimiento de
mujeres, porque es a partir de esa caracterización que puede construirse un
programa de lucha que será tan amplio cuanto menos sectario sea el movimiento.
Debe llamarnos a la
reflexión, cómo la mayoría de las mujeres organizadas, están agrupadas en tanto
indígenas, campesinas, estudiantes, intelectuales, artistas, etc., y no en
tanto mujeres. ¿O es que acaso no debe abrazar el feminismo a todas las
mujeres, independientemente de que cada una tenga un sector de desarrollo y
lucha particular? Es evidente que siguen existiendo interpretaciones diversas
de lo que debe ser el Movimiento feminista, y es natural. Sin embargo, mal
podríamos las mujeres repetir los esquemas que tanto hemos cuestionado a la
izquierda tradicional, o la sociedad patriarcal – capitalista en general.
En la actualidad no puede
pensarse que la naturalizada opresión de la mujer puede superarse con prácticas
aisladas. Y en este sentido, o hay una disposición de construcción colectiva, o
hay prácticas sectarias. Es necesario que comprendamos y asumamos la
diversidad, pero una diversidad que no oponga a una práctica única y dominante,
otra práctica que pretende no asumir una condición de igual reconociendo las
diferencias, sino imponer otro modelo igualmente único y hegemónico.
Estos elementos nos llevan
a la conclusión de que estamos obligadas a actuar bajo el principio de la
“unidad en la diversidad”, como bien lo llegó a realizar el movimiento de
mujeres venezolanas en diversos períodos del siglo XX. (Mujeres: Una fuerza
social en movimiento. 1995).
Las mujeres no podemos
permitirnos encerrarnos en dogmas, porque suponer un perfil único de
“feminista” sería cerrar la participación en la lucha de las grandes mayorías
de las mujeres del pueblo. Lo realmente importante para nosotras es asumirnos
como entes políticos autónomos, porque en la medida que nos reconozcamos
nosotras mismas como tales, podemos ver en nuestras compañeras una igual a la
que le reconocemos también la capacidad de decidir su vida y su práctica
cotidiana, y en este sentido la solidaridad (sororidad) entre mujeres tiene un
papel fundamental que jugar entre nosotras.
Cuando asumimos que el sujeto
histórico del feminismo no es “la mujer” sino “las mujeres”, entonces es
posible comprender que no se pretende que las mujeres renunciemos a los que han
sido y son objetivos del movimiento feminista, pero sí que comprendamos que no
podemos anhelar imponer una práctica determinada sino que tenemos que
contribuir a que la mayoría de las mujeres asuman esas reivindicaciones como
propias.
Por ejemplo, hay casos como
el tema de la despenalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, la
cual es una bandera histórica de las feministas revolucionarias. Ahora bien
afirmar que toda feminista está de acuerdo con la despenalización del Aborto o
de lo contrario no es feminista, sería subestimar 500 años de ideologización
judío-cristiana, sería incluso negar la posibilidad o la factibilidad de que en
América Latina se desarrolle un fuerte movimiento femenino de masas, porque la
mayoría de nuestras mujeres tiene una fuerte carga moral que ha sido
influenciada por el cristianismo. Este en un tema neurálgico, irrenunciable
para muchas de nosotras, pero sin duda es necesario replantearse como coadyuvar
a que tal reivindicación (justa y necesaria) sea una bandera de la mayoría de
las mujeres, cuestión que podría lograrse más fácilmente si las mujeres
asumimos esta problemática como un problema de salud pública que le arrebata la
vida a miles y miles de mujeres, especialmente pobres.
Otro ejemplo pudiese ser el
tema de la repartición de tareas dentro del Hogar, la cual muchas veces hemos
considerado un planteamiento reformista que a la final sólo va a servir para
acentuar y profundizar la explotación capitalista. Frente a esto reivindicamos
el planteamiento de las revolucionarias de Socializar el Trabajo Doméstico
–quedando éste a cargo de la sociedad en general y no de la mujer en
particular, y no de la familia-, lo cual es y seguirá siendo sin duda una
bandera de lucha para las mujeres. Pero tampoco podemos pecar de inocentes y
pensar que vamos a suprimir la familia de manera voluntarista.
Asimismo es pertinente discutir
la autonomía del movimiento de mujeres, necesaria en vista que algunas
organizaciones partidarias vieron en la lucha de la mujer solo una oportunidad
para la búsqueda de votos, obligando a las propias mujeres ha construir
espacios para su lucha legítima. Ahora una cosa es la autonomía y otra muy
distinta es aislarse de la lucha política general, ¿hasta dónde puede esa
autonomía relajar o flexibilizar nuestros principios como revolucionarias?
Las feministas
revolucionarias somos indispensables porque somos las únicas capaces de ver el
enemigo de manera integral, el Patriarcado (en nuestra condición de mujeres) y
el capitalismo (en nuestra condición como clase). Ahora el capitalismo, y mucho
menos el capital, los vamos a superar con prácticas que igualmente siguen
funcionando bajo su lógica. Tanto menos podríamos decir del Patriarcado que ha
logrado permear los diversos modos de producción y superarlos, manteniéndose
incólume.
Todos estos son sólo
elementos para ejemplificar, pero que bien lograrían su cometido si las
feministas al menos nos tomamos la molestia de replantear nuestra incidencia
real en la sociedad, y poner en la mesa y a debate algunos de estos elementos.
Se trata, finalmente, de poder relajar las formas siempre que éstas nos
permitan lograr los fines, sin que haya conciliación y mucho menos reproducción
de los esquemas de dominación.
Las mujeres debemos actuar
como a mediados de la década de los 90`s del siglo pasado se plantearon las
feministas latinoamericanas, demostrando con ello el nacimiento de un
movimiento de mujeres con altos niveles de conciencia y capacidad organizativa,
cuya práctica política se edificaba:
…“Educando, construyendo,
conquistando espacios estratégicos de poder en todas las esferas políticas,
investigando, redefiniendo las prácticas políticas, fortaleciendo las
organizaciones de mujeres, gestando nuevas concepciones y valoraciones de los
sexos –sin las cuales estamos llamadas a traicionarnos y repetir errores del
pasado-…”. (Mujeres: Una fuerza social en movimiento. 1995.- Pág.23).
Y es que sin duda, la
fuerza política y social del movimiento de mujeres requiere de un proceso
permanente de revisión y de evaluación en su práctica la cual está íntimamente
relacionada con su incidencia social.
Las mujeres solas y aisladas
no somos suficientes para transformar la sociedad, pero si somos
indispensables, de allí la necesidad de articulación con el resto de los
movimientos sociales, sin los cuales sería imposible la construcción de una
nueva hegemonía que a su vez debe incluir los sectores explotados si se quiere
tradicionales, a saber, trabajadores y campesinos, pero también a todos
aquellos cuya problemática o condición pretende seguir siendo invisibilizada, y
es allí donde encontramos la más amplia gama de sectores sociales en los que
las mujeres somos también parte como: indígenas, afro-descendientes,
ecologistas, comunidad sexo-diversa, la juventud, los inmigrantes, el sector de
la economía informal, entre otros.
Debemos tomar en cuenta que
el Socialismo, que en los últimos años se ha venido apellidando como “del Siglo
XXI”, más que un cambio en el fin lo que debe plantear es la superación de los
errores del pasado y muy especialmente se trata de dar una lectura correcta al
actual contexto, y no tratar de repetir la misma hazaña histórica cuando las
circunstancias son otras.
Ahora bien, el
planteamiento de construcción de esa nueva hegemonía debe gestarse desde la
práctica y ejercicio del poder por parte de estos sectores del pueblo
organizado, y debe partir a su vez de la puesta en práctica de la democracia
revolucionaria, para ir acumulando fuerzas en la construcción del Socialismo, y
no como se ha venido acostumbrando desde algunos sectores, de tener una
minúscula mayoría para aplastar o imponer una línea o una tendencia que termina
desmembrando y atomizando al movimiento popular. El poder es un problema de
todas y todos los revolucionarios, y no debemos permitirnos llegar a el para
reproducirlo, al contrario, se nos plantea un doble reto, por un lado,
deconstruir los valores Patriarcales y reconstruir nuevos valores entre los
géneros, y por el otro, combatir con la mayor fuerza y contundencia posible la
hegemonía de la ideología burguesa y sus estructuras de poder.
Para ello es necesario que
las mujeres nos mantengamos movilizadas y organizadas por nuestras
reivindicaciones como mujeres, para lograr los niveles de conciencia y
politización que nos permitan incidir en la conquista del poder por parte del
pueblo pobre, y entre esas banderas siguen teniendo la vigencia necesaria:
- Incentivar la lucha de la
mujer en todos los espacios para lograr la conquista de plazas de poder y toma
de decisión por parte de las mujeres.
- La exigencia del 50 y 50
de participación política.
- Exigir y coadyuvar al
fortalecimiento de las políticas dirigidas a la creación de programas de
capacitación para el trabajo que permita a las mujeres desarrollar una labor
productiva., y a su vez promoverlos y organizarlos desde los movimientos de
mujeres y de base.
- Desarrollar e incentivar
discusiones de planificación familiar desde la perspectiva de las mujeres.
- Exigir la implementación
al menos en las Misiones Sociales, de un Plan Obligatorio de Equidad de Género,
que garantice la superación de la Cultura Patriarcal como garantía de avance ideológico,
necesario para la Construcción de una nueva Sociedad, así como promover la
creación de una asignatura de los Derechos de la Mujer, transversalizando la
problemática de la mujer.
- Presionar a los
organismos competentes para que se creen los mecanismos necesarios para
supervisar y sancionar aquellas empresas o instituciones públicas y privadas
que tienen como pre-requisito de empleo, la exigencia de atributos
estereotipados para acceder al mercado laboral (la exigencia de “buena
presencia” es discriminatoria y genera trastornos psico–sociales).
- Velar por la celeridad y
funcionamiento de los Tribunales Violencia contra de la Mujer, así como
promocionar su existencia y funciones.
- Velar por el cumplimiento
de la no esterilización forzada de nuestras mujeres, así como el acceso
diligente a su esterilización cuando sea solicitada por las mismas. Asimismo
generar acciones de calle para exigir la nacionalización de las maternidades y
evitar con ello que se sigan registrando muertes de mujeres embarazadas o de
sus hijos, las cuales son perfectamente evitables.
- Promover la organización
y creación de Sindicatos de Trabajadoras Domésticas, así como promover
permanentemente la representatividad femenina en los Sindicatos.
- Supervisar y garantizar
que en los centros de Salud Pública no se produzca ningún tipo de Violencia
contra la Mujer por motivo de prácticas o maniobras abortivas por parte de
éstas, así como exigir al Estado que se creen las condiciones para tener acceso
a estadísticas confiables sobre las cifras de Abortos Clandestinos que se
producen. Denunciar permanentemente y hacer público los maltratos que sufren
las mujeres por éste o cualquier otro motivo en los centros de salud.
- Exigir la creación en las
oficinas regionales del Instituto de la Mujer de una Oficina especializada de
Atención a las Mujeres desplazadas, inmigrantes, e indocumentadas, que
garanticen el goce y ejercicio de sus Derechos, vulnerados en muchas ocasiones,
por los organismos de seguridad de Estado.
- Promover con campañas
masivas y continuas, la prevención de las enfermedades de transmisión sexual,
así como exigir que se garantice el acceso a tratamientos de las mujeres que
padecen enfermedades propias de la mujer, así como VIH, cáncer, entre otras.
- Desarrollar campañas
dirigidas a la prevención del embarazo temprano.
- Exigir en todas las
alcaldías que se cree un sistema de Guarderías Infantiles, que le permita a las
mujeres adolescentes madres continuar sus estudios. Asimismo exigir la
masificación de los Simoncitos para permitir mayores niveles de participación y
desarrollo de las mujeres en diversos espacios sociales. Igualmente promover,
según lo establecido en la ley, la creación de guarderías en los centros de
trabajo públicos y privados con el fin de disminuir la carga de trabajo de
nuestras mujeres.
- Exigir con movilizaciones
y campañas permanentes al Ministerio de la Salud, de la Mujer y la Igualdad de
Género, y a los Centros de Salud Pública incluyendo Barrio Adentro, la
implementación en las Escuelas Estadales y en las Misiones Sociales, de un
programa de Educación Sexual Integral adecuado a nuestra realidad cultural, que
permita a nuestras niñas, niños y adolescentes asumir una salud sexual
responsable, así como la distribución masiva de métodos anticonceptivos en los
centros de educación media, diversificada y profesional con la periodicidad
pertinente que garantice el ejercicio de los derechos sexuales de nuestras y
nuestros ciudadanos, que incluye una sexualidad libre, consciente y sana.
- Exigirle a los organismos
competentes el acceso de las Mujeres en situación de Pobreza al Seguro Social.
- Exigir al Ministerio de
la Mujer e Igualdad de Género, así como el de Planificación -a través del
Instituto Nacional de Estadísticas- la realización de estudios socio-económicos
que permitan manejar datos y cifras confiables sobre la situación de las
mujeres en cuanto al acceso al empleo, igualdad de salarios, acceso a la
educación, salud, violencia, etc., para una mejor planificación económica e
implementación de políticas públicas sobre aquellas materias que se consideren
un problema social por su magnitud, pero que sin datos precisos no pasan de ser
especulaciones.
- Desarrollar modelos
productivos desde la perspectiva de género que tome en cuenta las condiciones particulares
de las mujeres. En este sentido, instar a que se creen los mecanismos
necesarios que garanticen la Seguridad Social de Amas de Casa, Trabajadoras
Informales, Trabajadoras Domésticas y Trabajadoras Sexuales, como sector
prioritario en situación de vulnerabilidad y pobreza extrema, mediante el
otorgamiento de pensiones, y la creación de Programas de capacitación que
permitan el acceso de éstas mujeres al mercado laboral formal, y dar garantía
de nuestros Derechos Humanos Fundamentales.
- La realización de una
Campañas de Concientización que permitan dar a conocer el valor económico del
Trabajo Doméstico, con la intención de promover la participación de las Mujeres
en el sector productivo, así como una mayor conciencia de Clase y de Género.
Asimismo, impulsar desde las mujeres y los espacios de participación (consejos
comunales, comunas) la implementación en las comunidades de propuestas
alternativas a esta problemática. Desarrollando un modelo de sistema de sistema
de socialización para la realización de tareas domésticas en el ámbito comunal
(comedores, guarderías, lavanderías).
- Reivindicar la
eliminación de las barreras burocráticas que impiden el acceso de las Mujeres
de la tercera edad a una pensión digna.
- Incentivar y demandar la
flexibilización de los requisitos para el acceso de las mujeres a los créditos
ofrecidos por las distintas entidades del Estado.
- Combatir, denunciar y
boicotear de manera permanente, la imagen sexista y estereotipada que promueven
los medios de comunicación y la publicidad sobre la mujer, convirtiéndola en un
objeto sexual, en un objeto de consumo, en un adorno para ensalzar los
antivalores de la sociedad capitalista.
- Promover la realización
de convenios entre el Estado y las Misiones Sociales, para promover la
participación de la Mujer en la Investigación Científica, especialmente en lo
referido al tema de Género.
- Reclamar la creación de
programas que permitan la asignación de Viviendas de manera prioritaria, a
través de una cuota mayoritaria, a aquellas mujeres que ejercen la Jefatura del
Hogar, Amas de casa, y Mujeres Jóvenes que en condiciones normales poseen
mayores trabas a la hora de ejercer su derecho a una Vivienda digna, tanto en
el campo como en la ciudad.
- Promover en los espacios
comunales la creación de lugares de cuidado y esparcimiento para los Adultos
Mayores con el fin de garantizar su bienestar y disminuir la carga de las
Mujeres.
- Apoyar y promover a nivel
internacional, nacional, regional y comunal, las iniciativas de Género
tendientes a promover la unidad y participación de las Mujeres en espacios de
organización, y articulación que permitan cohesionar nuestras luchas como
mujeres.
- Impulsar de manera
permanente la creación de una instancia nacional de articulación y unidad de
las mujeres (como la Plataforma Unitaria de Mujeres o Frente de Mujeres
Bicentenario).
Finalmente, estas
propuestas son sólo una mínima expresión de la amplia gama de dificultades que
en el marco del capitalismo debemos superar las mujeres, para crear condiciones
de lucha más apropiadas para que la mayoría de nosotras pueda integrarse a la
lucha revolucionaria. Sin embargo, sólo una amplia unidad de las mujeres podrá
recoger todas las expectativas y problemáticas que nos aquejan, y sólo la más
amplia unidad con el pueblo nos permitirá la construcción de un verdadero
Socialismo Feminista.
Nora Castañeda, sintetiza
muy bien en esta frase, una pasión que seguramente mueve a la mayoría de las
mujeres en la Revolución Bolivariana, en la Revolución Latinoamericana, con la
que seguramente la mayoría nos sentimos y nos sentiremos identificadas:
“Creemos en un desarrollo
donde los seres humanos son el centro de atención. Creemos en un desarrollo que
impulse una relación armoniosa con el ambiente y “los poderes creadores del pueblo”.
Creemos, en fin, en un desarrollo capaz de superar todas las formas de
discriminación. Esa es la razón estratégica de la lucha del movimiento de
mujeres. (…) Las mujeres organizadas queremos contribuir para la construcción
de una sociedad de iguales en la diversidad. Creemos en la solidaridad como
motor fundamental del desarrollo, mas no estamos dispuestas a continuar siendo
administradoras de una pobreza creciente que nos degrada y degrada a quienes la
impulsan”.
(Nora Castañeda,
Coordinadora del Comité “Juntas por Venezuela Camino a Beijing.- Pág.65).
Referencias Bibliográficas:
Este artículo tiene como
fuente principal el texto del “Comité juntas por Venezuela camino a Beijing”
(1995). Mujeres: Una fuerza social en movimiento.
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