Por Eglims Peñuela Lovera
Septiembre 2008
Hoy como adolescente,
joven, estudiante, revolucionaria y ante todo mujer que soy, quiero expresar mi
desagrado con ese pensamiento impuesto a nuestra sociedad, que busca
discriminar y desvalorizar a la mujer, estableciéndoles “diferencias” con
respecto al hombre, cuando científicamente podemos comprobar, que el hombre y
la mujer son iguales.
Es nuestro deber como
revolucionarios, tanto hombres como mujeres, contra-atacar esa ideología
machista dominante, la violencia de género y todas esas características
excluyentes, que han dejado sembrado en nosotros esa sociedad Patriarcal que
siempre buscó la denigración de la mujer.
Debemos acabar también con
ese, lamentablemente sembrado, concepto errado de “género” con el cual se busca
imponer actitudes, sentimientos y gustos a los sexos, les puedo expresar
ejemplos como el de: “la mujer se dedica a atender el hogar y a los hijos y el hombre
se dedica al trabajo fuera de la casa y al liderazgo dentro y fuera”, “los
colores de las chicas son: rosa o violeta y el de los chicos: azul o negro”,
“la mujer es débil y el hombre es fuerte”, “la mujer demuestra sus sentimientos
y el hombre no lo hace”, “el hombre es valiente y la mujer es cobarde”, “el
hombre es libre y la mujer es dependiente”. Cuando científicamente sabemos que
las diferencias de sexos son características del cuerpo, de origen biológico y
genético; y no de comportamiento.
Reconozco que la pelea no
es fácil, que estamos luchando en contra de siglos de transculturización y de
discriminación machista a nivel mundial, son pocas las culturas y las
sociedades que se salvan de este flagelo; pero debemos comprender que en
nuestro proceso revolucionario no debe, ni puede, existir la discriminación,
así lo establece nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
en su artículo 21.
Además debemos estar
conscientes que nuestra lucha en estos momentos es un ejemplo para los pueblos
del mundo si en verdad pretendemos construir el socialismo, no debemos aceptar,
ni avalar desigualdad social ni cultural alguna, mucho menos la discriminación
hacia una persona o grupo, por su raza, sexo, credo o condición social. Si
queremos acabar con esta calamidad en contra de la mujer a nivel mundial
debemos comenzar acabándola en nuestro país, en la sociedad venezolana, buscar
nuestras raíces y combatir esa transculturización que nos está destruyendo y
separando.
La violencia de género se
la comienzan a meter a nuestros niños desde sus libritos de lectura inicial,
donde encontramos oraciones como: “mi mamá cocina”, “mi papá lee”, aparecen
dibujos de señoras vestidas con delantales y hombres en un mueble, muy cómodos
leyendo el periódico y con los pies montados sobre una mesita, también
comenzamos a ver cómo se va sembrando el desprecio a ciertas dedicaciones u
oficios, como el de ama de casa, lo colocan como esclavizante, servicial y para
el que no se necesitan muchas capacidades ni habilidades, cosa que sé y creo
que saben muchos, que no es cierta.
Así que lo primero que
debemos hacer es evitar que a nuestros niños le sigan sembrando violencia de
género, tanto en programas de los medios de difusión masiva como en sus libros
de lectura inicial.
A través de los medios de
difusión masiva se han impuesto estereotipos, que llevan consigo la
discriminación a grupos de personas, sobre todo para discriminar y excluir a la
mujer, estos no son más que modelos perversos que te dicen cómo “estas bien” un
estereotipo “positivo” y/o como “estas mal” un estereotipo “negativo”, ejemplo:
Una mujer es inteligente, “triunfadora” y atrae la atención de los hombres
cuando es rubia, de ojos claros, con un cuerpo lleno de curvas y de clase
social alta (estereotipo “positivo”). Y por el contrario una mujer es débil,
“perdedora”, ignorante y rechazada cuando es de piel morena o negra, de clase
social baja o pobre y que además de todo esto envidia a las mujeres de
estereotipo “positivo” por no poder ser como ellas.
Aquí comienzan los
problemas de baja autoestima, de frustraciones y de desilusiones en la mujer,
la convierten en un ser sin metas, ni luchas, reprimida, esclavizada y
subordinadas a las ordenes de un hombre.
Y no solo a la mujer se les
impone estereotipos, a los hombres le están comenzando a imponer también
“estereotipos positivos” de hombres de clase alta y oligárquica, rubios, de
ojos claros y físicamente “fuertes”, para que ellos también se frustren y no
luchen, para que se sientan dominados por una clase social y vean sus metas
inalcanzables. Las clases dominantes buscan siempre de mantenerse en el poder a
través de la manipulación física y psicológica al resto de las clases.
Es aquí donde comienza
nuestra lucha, para que no le sigan sembrando a nuestros niños una manera de
pensar y actuar, para que no discriminen a ninguna persona por sus condiciones
físicas ni biológicas, ni por su raza, sexo, credo o condición social; y una de
las más importantes y de las más difíciles cambiarle la manera de pensar a
todas esas personas ya “formadas” que siguen esclavizadas y subordinadas a una
manera de actuar, a una opinión y a una imagen impuesta, justamente para
excluirlos y discriminarlos, cuando cambiemos esto, cuando podamos incluirlos
en nuestra lucha, ahí podremos avanzar hacia la igualdad social por un mundo
justo que hoy más que nunca es necesario.
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