Por: Willey Peñuela
Septiembre 2011
La base
La hegemonía cultural del capital no se ha constituido en
poco tiempo, muchos de los mecanismos culturales de dominación han sido el
resultado de una evolución de mecanismos propios de otras épocas que resultaban
atractivos a la clase dominante de las diversas sociedades. En Europa es
costumbre antigua la elección de reyes y reinas ficticios para la celebración
de fiestas. En nuestras sociedades latinoamericanas, caracterizadas por la
lucha histórica entre coloniaje e independencia, las formas culturales
“correctas” casi siempre debían contar con la venia de la iglesia católica
europea como el ente regulador conformador de la moralidad. Sin embargo, en la
historia contemporánea la influencia de la iglesia europea ha venido
disminuyendo y ha pasado a ser fundamental la promoción estadounidense de
formas culturales, principalmente para impulsar negocios.
Los concursos de belleza
tal como se conocen hoy, vienen de Estados Unidos, no de Europa. Los primeros
intentos tuvieron forma de un negocio playero en Delaware, y comenzaron a ser
habituales en las playas, comenzó a expandirse este negocio en forma de
franquicia playera. Se hizo oficial por primera vez cuando se desarrolló el
primer Miss Estados Unidos, en Atlantic City, 1921.
Estrategia
de Guerra
La idea de los concursos de
belleza, no tuvo tanto arraigo y consolidación sino hasta que fue impulsado por
el poder norteamericano. En la segunda guerra mundial se reclutaron a las
“reinas de belleza” para entretener a las tropas y vender bonos, como una
estrategia comunicacional estadounidense para legitimar la guerra y asociarla
al entretenimiento. A partir del impulso de los órganos de poder de los Estados
Unidos, se consolidó el modelo de concursos de belleza como lo conocemos hoy.
En
Venezuela
Venezuela no había conocido
los concursos de belleza hasta 1952 cuando Panamerican Airways delegó a una
persona para fundar el negocio en nuestro país, con fines de legitimar el
concurso Miss Mundo con una participante
venezolana.
En el país no tuvieron
suficiente fuerza estos concursos hasta que en 1962 la tristemente célebre
Radio Caracas Televisión transmitió por primera vez el evento. En la época ya
los principales grupos económicos abrazaban la idea de hacerse de estas
franquicias pues identificaron que este tipo de concursos impulsa un modelo de
belleza que requiere muchísimas compras cosméticas cotidianas y diarias. El
sistema capitalista entonces, reconoció en los concursos de belleza, una forma
cultural que le brindaba muchísimos recursos a la industria cosmética, textil,
entre muchísimas otras. Exaltaba el consumo y terminaba beneficiando al gran
capital transnacional en proporciones inimaginables. El modelo estético
impulsado cada vez se ha hecho más exigente para aumentar el gran consumo y por
lo tanto las grandes corporaciones buscaron apoderarse de los concursos. Así
fue como la organización Cisneros en la década de los 80 se apoderó de la
franquicia de los concursos de belleza y delegó a Osmel Souza como el dirigente
de la organización.
La
Agresión Permanente
Este modelo de concursos es
siempre una forma cultural sumamente agresiva para millones y millones de
mujeres en el mundo, en especial en nuestro país. Ya desde niñas muchísimas de
nuestras mujeres se sienten excluidas y agredidas por el sistema cultural con
aquella vieja costumbre persistente de las reinas de carnaval (tal vez
heredadas de la vieja Europa) en la que una niña era realzada y mostrada como
la más bella de todas delante de otras cientos de niñas que quedaban excluidas
y agredidas por una forma cultural ajena a la humanidad misma. Ese tipo de
concursos se realizan hoy día con absoluta libertad. No debería permitirse que
se agreda con tanta naturalidad a niñas.
No faltará quien afirme con
parsimonia que eso es parte de nuestras tradiciones, pues, de serlo, hay que
transformarlas. No pueden todas las supuestas tradiciones ser positivas; para
la formación de una cultura nuestra basada en la convivencia hay que superar
formas históricas como esa.
Además de la etapa infantil
donde millones de niñas sufren la exclusión cultural de los concursos locales,
se han convertido en una permanente y sistemática agresión los concursos de
bellezas para mujeres adultas. Algunos pensarán: “yo no he visto a ninguna Miss
ni a Osmel Souza meterse con ninguna mujer, ni agredir a nadie. Esos chaburros
si son fastidiosos y amargados”. La
agresión de la publicidad, de estos concursos, de la televisión, de los medios
de comunicación, de la música, del cine, y de otros aparatos culturales, tienen
esa característica: Son sutiles y parecen hasta agradables a la percepción
humana, a veces incluso las peores agresiones se presentan en formas
caritativas. Sin embargo, sus mensajes de fondo son siempre de una agresividad
tan grande que merece el análisis de toda la sociedad.
Pero hay que explicarlo, a
veces no basta tener la razón. Un sistema cultural que ha captado tantas
simpatías no se combate sino haciendo ver a quienes tienen esa simpatía que se
trata de una agresión. Tampoco se logran los mejores resultados agrediendo a
quienes sienten la simpatía. Para el desmontaje hay que ser más hábiles que los
agresores. Aún no he descubierto la mejor manera, pero hay que construirla.
Concursos
y Modelo Capitalista
Muchísimas empresas se
benefician de los concursos de bellezas. Pero este negocio es mucho más
impactante y profundo que cualquier otro. Basado en una agresión a las formas
físicas de la gran mayoría de las mujeres del país, impulsa un modelo casi
inalcanzable de belleza con el objetivo de crear mujeres INCONFORMES consigo
mismas y así lograr el gran objetivo: VENDERLES MUCHOS PRODUCTOS, tan variados
como las inconformidades que genera el modelo estético. Dichas inconformidades
generan día tras días desordenes alimenticios graves y desequilibrios
psicológicos en millones de mujeres. ¿todavía se duda de que sean una agresión?
Así que cuidado a las
camaradas mujeres cuando afirman no seamos tan amargados, que se trata de un
“simple concurso”. No se trata sólo de eso, hay que pensarlo a fondo. Cuidado a
las camaradas con estar legitimando formas de agresión capitalistas contra
millones de mujeres.
Cuidado también a las y los
revolucionarios con creer que los enemigos son quienes sienten la simpatía por
los concursos, o las mujeres mismas que participan (que en ese caso serían
victimas útiles); hay que caracterizar y enfrentar un sistema cultural que no
se reduce sólo a los concursos, sino que se reproduce dicho modelo estético en
la publicidad, en el cine, en la televisión y en muchísimas esferas de la
sociedad.
A quienes no consideren que
el vínculo entre los concursos de bellezas y el capitalismo es tan fuerte,
imagínense una cosa: Si los concursos promovieran una belleza 100% natural, sin
productos, ni maquillajes, ni operaciones, ni nada, seguramente no fueran
transmitidos por TV y Osmel estuviera metiendo currículo en algunas empresas.
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