Por
Victoria Arguello
Diciembre
2010
Para construir el
socialismo se requiere emprender una tarea importante: vislumbrar cada uno de
los problemas, carencias y necesidades de las masas explotadas, y encontrar su
raíz en los problemas estructurales de la latente sociedad capitalista, una vez
cometido y entendido esto, la orientación que se le otorgue a la lucha
revolucionaria sumado a los constantes deseos de cambio propios del pueblo se
puede encaminar la victoria hacia la liberación definitiva.
Históricamente la lucha por
la emancipación de la mujer ha tenido la finalidad de saldar una de estas
tantas carencias y necesidades vividas por el pueblo, que puede manifestarse en
los hogares, sitios de trabajo, medios de comunicación, y en general, en todos
los aspectos de la vida social, y que tiene que ver con la discriminación
permanente, la violencia, la dominación y en síntesis la opresión hacia la
mujer. Por tal razón podría afirmarse que la lucha del género se hace tan
imprescindible y urgente en la medida en que se hace también urgente construir
una sociedad que de una vez por todas erradique los desmanes del capitalismo.
Desde un principio las
sociedades han sumergido a la mujer a distintas formas de dominación, unas más
concretas y visibles y otras menos tangibles, y, a pesar de que las sociedades
han ido avanzando, estas formas de dominación no se han eliminado, sólo se han
innovado y se han sustituido por otras; por esta razón creer que el machismo y
la opresión femenina en esta época se han superado, sería caer en una falsa
interpretación de la realidad. Dentro de las formas de dominación más visibles
y concretas pueden encontrarse el maltrato o violencia doméstica, las
deplorables condiciones de trabajo ofrecidas a la mujer, la exclusión en la
toma de decisiones políticas y económicas, la marginación social, entre otras
tantas; Sin embargo hay una forma de opresión que se trabaja detalladamente por
un monstruo político llamado “Industria cultural” que siendo igual de
peligrosa, parte de la necesidad que tiene la clase dirigente (la burguesía) de
legitimar y convertir en un patrón cultural y de comportamiento la
esclavización femenina.
La industria cultural en
este campo tiene como principal objetivo condicionar la función de la mujer en
la sociedad, así como crear mecanismos (medios de comunicación) que permitan
que ésta se convenza de que es ese su verdadero rol, de allí que este
condicionamiento de la mujer va a repercutir irremediablemente en una
disposición psicológica y finalmente en un comportamiento social; es entonces
como los medios de comunicación, lejos de representar los problemas sociales y
dentro de ellos los problemas de la mujer, se convierten en instrumentos
creados para promover la idea de la mujer servil, subordinada al hombre, cuya
única e inmutable aspiración en la vida es la manutención del hogar y los
hijos.
Dado este papel de los
medios, podría arriesgarse a no denominárseles “de comunicación” sino de
difusión o proyección, ya que participando éstos en una longeva estrategia
propagandística que promueve ideas falsas sobre la mujer como la debilidad o
inferioridad respecto del hombre, no hacen más que proyectar y difundir un
estereotipo de mujer relacionado a su reducción a una función reproductiva y
sexual.
La publicidad es una de las
armas que más dispara hacia la dignidad de la mujer; las agencias publicitarias
a nivel mundial emplean y explotan la figura e imagen de ésta para atraer
consumidores y posteriormente incrementar las ventas en determinados productos,
esto al mismo tiempo está directamente vinculado al refuerzo de un estereotipo
de belleza creado por la misma industria cultural que coloca a la mujer como un
objeto o como parte del producto a comprar.
Actualmente la publicidad
nos introduce una imagen de mujer infravalorada y con una única misión:
seducir. El mensaje que nos intentan transmitir muchos anuncios es el
siguiente: sexo como premio por la compra de un producto.
Asimismo… “los spots
publicitarios siguen mostrando a la mujer como objeto decorativo, premio para
el varón o como un personaje secundario. La voz que ofrece seguridad, éxito y
grandes logros es siempre la voz de un varón. Incluso el deporte, tan
sobrevalorado en la actualidad, muestra a más ídolos masculinos para
promocionar un producto que a la mujer deportista, habiendo alcanzado ésta
logros similares. La mujer interesa situarla como ama de casa y madre perfecta.
Los niños y niñas, según la publicidad, sólo son de las madres. Ellas son
quienes van a la farmacia a comprar las papillas, confían en una marca determinada
de pañales y saben qué leche es la adecuada para los hijos. Los hombres no se
deben sentir responsables ante estas tareas, sus hábitos y preocupaciones son
otras, más relacionadas con la aventura, el poder, la libertad, etc. que se
relacionan con productos de consumo como los coches, artículos de deporte,
prendas de vestir de determinadas marcas, bebidas alcohólicas,…” (Natalia
González Zaragoza)
La publicidad sexista tiene
entonces un doble alcance, es capaz de llegar tanto al hombre como a la mujer;
haciéndole creer al primero que es un sujeto con posibilidades de hacer
evaluaciones sobre la mujer para finalmente “desearla”, en caso de que ésta
cumpla con determinados estándares de belleza; y a la segunda como el objeto
evaluado que hace lo imposible por asemejarse al estereotipo de la mujer
perfecta para en definitiva ser “deseada” por el hombre; paralelo a esto la
publicidad sexista labra un concepto de éxito que radica en ser bello o “poseer
una mujer bella”, lo que bien pudiera denominarse como culto a la belleza.
Como es común de la
sociedad capitalista esconder la raíz de los problemas sociales y maquillar las
vastas realidades, las consecuencias que la publicidad sexista ha ocasionado,
como la baja autoestima de las mujeres y su incurrimiento a trastornos alimenticios
y psicológicos, así como el sometimiento a operaciones quirúrgicas peligrosas
para lograr “el cuerpo deseado”, se le han atribuido a problemas superficiales
que no tocan el fondo del asunto. El capitalismo se ha encargado de hablar de
vanidad femenina cuando en realidad se trata de identificar el problema real,
que es sin duda la mercantilización de la imagen de la mujer y más allá de esto
la perpetuación de esta sociedad que por estar a merced del capital es capaz de
destruir y asesinar al individuo.
El considerar a la mujer
como objeto sexual contribuye a la legitimación de una cultura y una sociedad
que subordina a la misma, no sólo en relación al género, sino en relación a la
vida social en general; por tal razón es importante que dentro del enfoque de
la contracultura los nuevos medios de comunicación sean considerados
instrumentos determinantes en el cambio social hacia el avance de la no
discriminación y a una vida libre de violencia para las mujeres.
Dentro de la revolución
bolivariana se ha propuesto crear modelos comunicacionales alternativos que
permitan hacer contrahegemonía a las ideas del capital y lograr el
empoderamiento hacia los medios de comunicación por parte del pueblo, para que
éste sea capaz de crear, transmitir y representar su realidad acorde a su lucha
diaria que es la construcción del poder popular; Dada esta enorme oportunidad
para los revolucionarios, se hace necesario emprender una discusión que
comprenda la forma de integración del género a estos nuevos esquemas comunicacionales;
Por tal razón se hace meritorio que empiece a desarrollarse un modelo de
comunicación en el cual la mujer se vea y se refleje como un sujeto de acción y
transformación y nunca más como un objeto.
Es común escuchar en las
calles, y, sobretodo en las escuelas tradicionales de comunicación social,
lemas como el de “Quien tiene la información, tiene el poder”; el pueblo
revolucionario guiado por grandes sentimientos de amor y de cambio ha
comprendido que el poder, (del pueblo en este caso) se logra solo siendo parte
del hecho y siendo creador de la información, quiere decir entonces que como
agentes de transformación debemos empezar a erradicar en todos los rincones, en
todos los espacios de lucha, la dominación y la opresión femenina a través del
debate, la participación y la acción concreta.
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